Cuando despertó, lo queer todavía seguía allí – Nueva Temporada.

Después de todo, y a pesar de todos, qué es lo queer. ¿Qué sentido tiene aventar la palabra al aire si ya todos sabemos de qué lado va a caer? Por décadas, lo queer ha sido sinónimo de resistencia, de transgresión; hoy, es definida a la luz de la contracultura, como un modo de posicionamiento quasi bohemio, nostálgico, inexorablemente mainstream.

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Este espacio sufrió una interrupción larga e inintencional. Durante ese tiempo, dejé lo queer en el patio como quién pone la ropa a secar. Sabemos que la sacamos a orear y que en algún momento habrá que recogerla; pero haste que la lluvia no amenace y no se la coman las hormigas, no volvemos a ella para ponerla a salvo.

 

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En estos nuevos tiempos de nuevas legislaciones sobre género y sexualidad, es menester ponderar la vigencia de lo queer en el estudio del pensamiento contemporáneo: ¿En qué medida lo queer continúa cuestionando y transgrediendo al status quo cuando éste se demuestra más inclusivo y conciliador para con las comunidades disidentes?

En Atlas portátil de América Latina. Arte y ficciones errantes, Graciela Speranza sostiene que si bien el avance de las teorías culturales poscoloniales ha contribuido a que la historiografía y el mercado del arte reconozcan paulatinamente al Otro, tal direccionalidad parece enfilarse a una especie de multiculturalismo institucionalizado donde las estructuras de los poderes centrales no se alteran, y donde en consonancia con la voracidad del mercado, se aplanan las diferencias, se domestica lo minoritario y se normalizan las singularidades en una variedad inocua.[1]

Para la crítica institucional, el Otro deviene fetiche; para este último, la corrección política impera sobre la transgresión. Es como si una vez reconocida la alteridad, se la colonizó y apropió: se hizo de ella un método más de identificación de identidades aceptables, doblegadas a los preceptos sociales de la moral en turno.

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En su momento, esta plataforma nació como una extensión de la tesis doctoral que realicé en la Universidad de Habana (Cuba). Tal tesis investigó las prácticas de un manojo de artistas plásticos latinoamericanos, todos contemporáneos y de influencia seminal, en el afán de encontrar trazos, flujos, discursos que señalaran las maneras de construir un discurso queer latinoamericano. Al centro de la tesis yacía la inviolable intuición que el pensamiento latinoamericano tenía su propia manera de digerir y deconstruir las normas y opresiones del género, del sexo y el deseo normativos aun cuando se esforzara tanto en marcar su distancia del establishment queer, es decir, la academia anglosajona, por creerla poscolonizadora y anacrónica. Era, aún es obvio, que nuestra región latinoamericana no está exenta de opresiones y fobias, de epistemologías que violentan y métodos que sofocan la diversidad latinoamericana, de cuerpos que también jerarquizan, de estados que todavía invisibilizan la otredad; entonces, ¿cómo denominar las prácticas que resisten estos contextos? ¿Dónde recoger su lógica? ¿De qué forma entender su voz?

Una publicación esencial sobre el estado de la cuestión queer en relación con las subjetividades latinoamericanas vino a confirmarme esta intuición. En Resentir lo queer en América Latina: Diálogos desde/con el Sur (Feeling the queer in Latin America: Dialogues from/with the South) (2014), Diego Falconí Trávez, Santiago Castellanos y María Amelia Viteri proponen una novedosa dirección dentro lo queer: una que evada la institucionalización mediante el acercamiento crítico a las complejas dinámicas sociales, sexuales y culturales que coloreen un nuevo modo de hacer lo queer desde una particularidad local: la latinoamericana. De acuerdo con estos teoristas, estas dinámicas, estos nuevos sistemas de conocimiento sexual, no están siendo aprehendidas por los determinantes teóricos norteamericanos, que ahora se alzan con la norma, y reclaman nuevos modos, nuevas narrativas y pautas para contar una historia alterna, quizá una historia mucho más queer de la que sospechamos.

 

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Esta plataforma seguirá priorizando las narrativas y los modos latinoamericanos que respondan a ese llamado de construcción de historia alterna, de teoría latinoamericana. Pero ahora, por circunstancias que rebasan los límites teóricos de la tesis y de esta plataforma, quiero expandir el visor para incluir aquellas prácticas que quieren revitalizar lo queer en el pensamiento contemporáneo.

Decretar la muerte de lo queer equivaldría a refutar la primera ley de la termodinámica, diciendo que en todo proceso la energía se crea o se destruye, mas nunca se transforma. En el espíritu de esta analogía, es más productivo para el discurso y la crítica prestar atención a las transformaciones, o modificaciones, de la alteridad sexual y sus estrategias antes de entregarnos con arrojo a las obras fáciles, sin fondo, que no pasan de documentar sin mayor reflexión, un fenómeno tan cambiante y escurridizo como la sexualidad en su veta marginal.

Entonces:

¿Quién y cómo produce otros sistemas de conocimiento sobre el deseo, el sexo y el género?

¿Qué nuevos sentidos emergen en la contemporaneidad que prorrogan la validez de lo queer?

¿Si Latinoamerica fue alguna vez queer, cómo se inserta en esta conversación global de lo queer anti-institucionalizado?

Y sobre todo, a pesar de todo, a sabiendas de todo: ¿todavía necesitamos estos posicionamientos y métodos de producción?

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Esta es la historia de la eterna oposición sistemática; la discrepancia dentro de la diferencia. La alteridad que, luego de asumirse otra, se desconoce para volver a alterarse.

 

 

 

 


[1] Graciela Speranza, Atlas portátil de América Latina. Arte y ficciones errantes (Barcelona, Anagrama, 2012), 41.

 

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